El rol de la Presbítera en la Iglesia Ortodoxa.
Padre Elías (Fernando Rivas).
Es común encontrarnos con el término Presbítera y Diaconisa en la Iglesia Ortodoxa así como
“Matushka” equivalente a “Madre”, título que sin lugar a dudas muestra la
reverencia que una comunidad profesa a una determinada mujer, sin embargo, este
término no debe confundirse con el de Sacerdotisa ya que la Iglesia Ortodoxa no contempla
la ordenación de mujeres para ejercer el sacerdocio en el altar o presidiendo
una celebración eucarística. En este caso hacemos alusión a la esposa del clérigo correspondiente a Diácono
o Presbítero lo que certifica el origen bíblico de ello. Pedro, el Apóstol, fue
hombre casado y estuvo a cargo de la
Iglesia en Antioquia y Pablo escribe a Timoteo que los Diáconos
han de ser hombres de una sola mujer y velar por el bien de una familia. Esto
nos lleva a pensar en el modelo bíblico de la familia. Los cánones de la Iglesia contemplan que
antes de la ordenación a las sagradas órdenes (Diácono y Presbítero), el
candidato deberá escoger entre el matrimonio y el estado monacal y es que en la
teología ortodoxa el sacerdocio en sí es un matrimonio, un matrimonio con la
iglesia y por ende con Cristo. El monje asume el celibato y el casado une su
cuerpo al de una mujer construyéndolo en uno solo, de esta manera el hombre
casado que escoge la vocación del sacerdocio debe contar con la aprobación de
su mujer ya que de lo contrario nos encontraríamos en una especie de relación
adúltera que atentaría contra la unidad del matrimonio (Efesios 5:21-25). En el
caso de la mujer, nos encontramos que ella participa como compañera en el
sacerdocio sin ella ejercerlo ya que su misión como mujer es otra y a ella
corresponde la gestación, lactancia y
atención especial de los hijos en la edad preescolar. En este sentido la Biblia previsualiza
claramente en función del equilibrio familiar.
El presente artículo no se centra en la teología, sino en el rol de la
mujer del sacerdote para la sociedad y la iglesia. A la “matushka”(diaconisa o
presbítera) corresponde afincar la fe en el hogar ante los niños, al igual que
la mujer ortodoxa en el mundo laico. Esta misión, desde luego es compartida con
el hombre pero a sabiendas de las distintas profesiones y ocupaciones ha recaído
sobre la mujer desde los tiempos de los apóstoles. En la congregación la mujer
del Presbítero o del Diácono es su compañera y además consejera y maestra ante
las mujeres donde ejerce su liderazgo. La obra social “diakonía” también se centra en la figura de
la mujer por su lugar como madre en la
sociedad. La mujer debe convertirse en imagen de María que sigue a Jesús a lo
largo de su ministerio, por lo que la
mujer debe prepararse también en la fé y la teología para no entrar en
confrontación con los problemas del mundo y su historia. Los troparios del
matrimonio, en especial “Oh, Santos Mártires
que habéis luchado la debida lucha y que habéis sido coronados, interceded ante
el Señor por la salvación de nuestras almas” reflejan una gran realidad
dentro del matrimonio y su coronación que va mucho mas allá de un rito hermoso y que nos conduce
a los difíciles momentos del matrimonio donde dejamos nuestras individualidades
para dar nacimiento a un nuevo cuerpo que dará sus frutos. Estos difíciles
momentos son atenuados a través de la fé y el amor por lo que debe existir una
plena comunión de ello en el matrimonio. El Archimandrita Kallistos expone una
idea que bien viene citarla: “De las personas casadas y de los monjes se puede decir por igual” Unos y otros
resisten el pecado y afirman de la misma manera al mundo. La diferencia entre
ellos reside únicamente en las condiciones externas en las que unos y otros
realizan su lucha ascética”. Hoy en día la brecha entre hombre y mujeres es mas estrecha y la participación de las
mujeres es cada vez mayor, los tiempos han cambiado y el clérigo casado y su
compañera recibe cada vez mas embates por parte del mundo, por lo que es importante
fortalecer -como dice Pablo- sus
armaduras y estas se encuentran en la fé, la práctica, la piedad y el
conocimiento, por lo que es imperativo
la preparación del matrimonio. El cuadro de un sacerdote casado atendiendo una
iglesia y una mujer desvinculada a esta labor confinada en su casa o de
permanentes compras en un Mall no vaticina un final feliz para ese cuerpo
espiritual. Una vez asumido el compromiso no hay vuelta atrás, por lo que es
sumamente importante la madurez dentro del matrimonio del Sacerdote. La ruptura
o divorcio trae por lo tanto una fractura a ese sacerdocio y a su realización
por lo que los santos cánones contemplan que la única jerarquía eclesiástica
que pueda volver a casarse es el lector o Cantor (Norma # 20.Primer Concilio) y
esto es debido a que no participa del
ejercicio del sacerdocio y su labor es ejercida fuera del altar.
La mujer del Clérigo suele ayudar en el servicio del canto, ejerciendo
también como lectora. En muchas ocasiones pinta los Iconos, elabora las velas,
prepara la Prosphora
o pan de la proposición, la “Coliva” o trigo para los difuntos, lleva el
incienso para el momento del Trisagio Fúnebre y lleva a cabo los rezos
iniciales y las lecturas de los salmos.Por esta razón y por ser el apoyo del Sacerdote y su familia la Comunidad debe prestarse a atender las necesidades de estos servidores quienes apoyan con la inmensa responsabilidad ser modelo de la estructura familiar de sus fieles.Un ejemplo que no impide la realización de la obra que Dios ha querido en el seno de la familia.
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